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viernes, 26 de septiembre de 2014

EL ABECEDARIO DEL AMOR

A, de aprecio. Apreciar al ser que se ama es darle su valor, es considerarlo digno de afecto y de reconocimiento. B, de búsqueda. El amor es una continua búsqueda del bien para el ser amado. Para ello es preciso conocerlo, descubrir su riqueza interior, encontrar los medios para su crecimiento y desarrollo hacia la plenitud de su ser. C, de coherencia. Decir lo que se piensa y vivir lo que se dice, eso es la coherencia. Vivir y tratar de vivir siempre lo que se promete es ser coherente. D, de diálogo. El amor es comunicación. Es el encuentro íntimo de dos personas, el diálogo constante de dos mentes, dos voluntades, dos corazones... dos cuerpos. E, de esperanza y entrega. Así como el amor produce esperanza, confianza en el otro y en el futuro de los dos, la falta de éste causa apatía, desinterés, desconfianza y desaliento. El amor es entrega porque es ponerse en manos del otro, regalándose y dedicándose a él. F, de fiel y fecundo. Ser fiel es ser leal con el otro. Además el amor es fecundo porque produce y se reproduce, mientras que el egoísmo destruye y acaba con la dignidad del otro. G, de generoso. La generosidad implica nobleza y sinceridad, implica darse sin medida, sin conveniencias. H, de humilde y honesto. El amor no es egoísta ni soberbio sino humilde servicio a la persona amada, reconociendo en ella un don digno de ser cuidado con lo mejor de uno mismo. I, de invitación. El amor es una invitación a crecer en todos los aspectos, es invitar al otro a ser mejor, es ofrecer un camino de realización personal. J, de joven. No consiste tanto en la edad corporal, cuanto en un estado de vitalidad y renovación interior, aunque esta palabra se use más por determinar una época de la vida que para otra cosa. Por eso el amor es joven por ser y tener que ser siempre nuevo. L, de luz. Luz en el amor significa saber iluminar y guiar la vida de la persona amada. LL, de llamado. En el amor existe un llamado constante a la persona amada para que sea luz, y a la vez es una llamada personal a ser luz para nuestra pareja. M, de movimiento y meta. El amor es dinámico, es actividad continua en bien del otro, es esfuerzo efectivo para edificar su personalidad, implica variedad en sus manifestaciones y evita la rutina en el transcurso del tiempo. Meta, además, porque el amor en sí es un gran objetivo por alcanzar. N, de núcleo. El amor es el núcleo de la vida misma. Hay un dicho que dice así: 'el que no ama, no vive', porque el ser humano está llamado a amar y amando es como construye la vida, crece en su personalidad y a la vez ayuda a crecer al otro. O, de optimista. El amor no puede dejar de ser optimista, aunque no deje de ser realista. El optimismo implica la esperanza y la ilusión de un futuro mejor para sí y para la persona amada. P, de perseverancia. Es tener firmeza y constancia en mantener lo prometido. De nada sirve emprender un camino si no se llega al término del mismo. Q, de Querer. Amar es querer con la fuerza de voluntad más que con los sentimientos. Es la expresión más auténtica de la decisión libre y personal de buscar el bien del otro. S, de sacrificio y de silencio. El amor exige el sacrificio entendido como ofrenda, como don, y esto implica callar el propio egoísmo, sin dejar de exigir lo que en justicia corresponde. T, de trabajo. El amor no puede dejar de ser trabajo, acción continua, esfuerzo constante por lograr su culminación en cada instante, no sólo al final de la vida. U, de único y universal.

martes, 2 de septiembre de 2014

LA PRIMERA LECCION PARA OBTENER CARIÑO P. Eliécer Sálesman

Preguntaron a una madre cuál era el secreto para obtener que sus hijos fueran tan amados por los demás, y ella respondió: "Mi primera lección es enseñarles a sonreír". Y resumía así los consejos que ella da a sus hijos: Sonríe, sonríe, hasta que notes que tu continua seriedad o tu severidad habitual hayan desaparecido. Sonríe, hasta que logres que el calor de tu rostro alegre, caliente tu corazón que tiende a ser frío. Recuerda que tu sonrisa tiene un trabajo que hacer:ganar amigos para ti, y almas para Dios. Puedes ser apóstol con sólo sonreír. Sonríe a los rostros solitarios. Sonríe a los rostros enfermos. Sonríe a los rostros arrugados de los ancianos. Sonríe a los rostros sucios de los pordioseros. Deja que en tu familia todos gocen de la belleza y de la inspiración que provienen de tu rostro sonriente. Cuenta, si tú quieres, el número de sonrisas que la tuya haya despertado en otros durante el día. Ese número representa cuántas veces tú has fomentado la felicidad, la alegría, el ánimo y la confianza en otros corazones. La influencia de la sonrisa se extenderá hasta donde tú ni siquiera alcanzas a sospechar. Tu sonrisa te abre muchas puertas, allana las dificultades y hasta puede obtenerte excepcionales favores. Puede ser un comienzo de conversión a la Fe. Puede ganarte un sinnúmero de verdaderos amigos. Y sonríe también a Dios: aceptando lo que él quiere que te suceda, porque ya sabes que todo redunda en bien de los que aman al Señor. Sufrir con amor es delicioso, pero sonreír en el sufrimiento es el arte supremo del amor. Sonreír en el sufrimiento es cubrir con pétalos vistosos y perfumados las espinas de la vida, para que los demás sólo vean lo que agrada, y Dios, que ve en lo profundo, anote lo que nos va a recompensar. Y así obtendrás que en el último día, Cristo tu Juez, te sonría también satisfecho y te lleve a donde nunca vas a dejar de sonreír.