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miércoles, 9 de febrero de 2011

El puma egoísta



En las praderas de Norteamérica los grandes bosques y ríos se encuentran para permitir la vida de tantos animales salvajes.
   Había una vez un puma que correteaba con su manada, era el más rápido, el más astutito pero no tenía amigos porque era muy egoísta. Se llamaba Natán.
   Si él cazaba conejos o cervatillos, se escondía para comérselos él solo. Luego que devoraba los animales, no le daba un pedacito de carne a ninguno de su manada y salía  aparentando tener hambre. Mientras sus compañeros de manada compartían lo que cazaban, él se aislaba para disfrutar sus banquetes.
   En una oportunidad Ramia lo encontró devorando un venadito escondido entre troncos secos y no quiso compartir con él, lo acusó ante el consejo de ancianos de la manada diciéndoles:_ Con todo respeto a la sabiduría de mis mayores, la manada no se puede permitir que uno de sus iguales, con la maldad por dentro, cuando caza se esconda para devorar lo que captura y no le reparta ni siquiera un pedacito a un compañero hambriento. Propongo…si ustedes lo permiten que sea expulsado de la manada.
   _Uno de los principios de la ley de la selva y sobre todo de esta manada es el compartir tu alimento con alguno de la manada. Por eso he crecido en estos territorios. Y si en otras oportunidades se ha botado a alguno por haber sido egoísta, hoy también vamos a expulsar a Natán, para que no rompa con la ley del grupo.¡Natán debes irte a otro lugar, fuera de esta manada para que aprendas! _ le gritó el viejo Lumir.
   _! Fuera! ¡Fuera!! No te queremos con nosotros! _le gritaron los veinte pumas de la manada.
   Natán se sintió caer por un  desfiladero y con mucha rabia salió corriendo velozmente. Luego de un día y una noche huyendo, buscó abrigo en la oscuridad, se ensartó una larga espina. Asustado se ocultó en una cueva, no pudo dormir en toda la noche por el fuerte dolor de la punzada.
   Al amanecer trató de morder la espina, pero la tenía encajada atrás de la pata derecha y no alcanzaba. En eso apareció una comadreja, quien no había podido dormir oyendo sus quejidos. Temiendo que la atacara, desde arriba de un árbol le dijo:_oye tu grandulón ¿Qué te sucede? Estuviste gimiendo toda la noche.
   ­_Ay amiga comadreja. Tengo una espina metida en una pata ¿cómo la saco? Ayúdame por favor_ le contestó Natán.
   _ Si me prometes que no me comerás yo te la sacaré y compartiremos lo que puedas cazar hoy_ le insistió la comadreja.
   _ Está bien. No temas yo no te voy a comer, te lo prometo. ¡Por favor, sácame la espina de mi pata derecha y compartiré contigo lo que cace hoy!
    La comadreja se acercó temerosa y con sus dientes haló fuertemente la espina y la sacó. Natán sintió un dolor inmenso pero luego se alivió.
   Una liebre corría por la paradera y Natán la alcanzó, le dio un zarpazo y la mató en el acto, le llevó la mitad a la comadreja, quien le dijo:_ Nadie puede vivir sin la ayuda de otros. El vivir es el compartir porque el que bien comparte bien sabe vivir.
   Natán se encontró con otra manada de pumas y al aprender la lección de la comadreja, pudo vivir feliz con sus iguales. Pecha la puma pintada le dio tres pumitas.
  



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