Buscar este blog

martes, 8 de octubre de 2013

Capítulo XX de la novela " La motolita" de Alberto Isaías Guilarte

El Doctor Manuel Suárez Perdomo salió muy temprano del estacionamiento del edificio donde residía para trasladarse en su camioneta al bufete que compartía con otros colegas, pensó evitar la cola de vehículos tomando la Avenida Boyacá, pasando por la Urbanización “San Bernardino”, al pararse en una esquina, cuando el semáforo cambió a luz roja, bajó el vidrio de su puerta al sentir calor por tener el aire acondicionado de la camioneta dañado, se distrajo al ver los titulares de un periódico comparado hacía poco, cuando sintió un golpe fuerte en la sien izquierda. Un hombre blanco, delgado, de pelo negro, baja estatura, con nariz perfilada, labios delgados y ojos pequeños lo apuntaba con una pistola de alta potencia. Le había propinado el golpe con el cañón del arma. _ !Quédate quieto!... este es un asalto. Abre el seguro de la puerta derecha con cuidado… y si intentas una vaina, te quemo en el acto_ le ordenó el delincuente_ _Tranquilo que te voy a abrir con mi mano… para que no te asustes porque cuando desactivo el seguro hace un ruido, okay. Así lo hizo Manuel y el joven asaltante se introdujo en el vehículo, apuntándolo discretamente. _ Ahora abre los seguros de las puertas traseras_ le gritó el delincuente. Así lo hizo y de inmediato otro cómplice, de color negro, corpulento, se introdujo en la camioneta apuntándolo con un arma similar. Manuel rápidamente trató de evaluar la situación y conscientemente no aceptaba lo que estaba pasando<> _ Mira ciudadano usted no ve la televisión, ni lee la prensa. Hay que estar mosca en las esquinas y esta zona es de alto índice delictivo_ le argumentó el delincuente que llevaba de copiloto y el cual le ordenó seguir manejando hasta la parte alta de esa Urbanización. _ Mira carajito ustedes no me van a venir a dictar clases de prevención del delito, cuando por dos tipos como ustedes, es que estamos como estamos_ le contestó Manuel molesto. _ Pero pana no te vayas a arrechar porque vas a salí perdiendo_ le respondió el delincuente que fungía como copiloto y lo amenazaba con la pistola, 9 milímetros. Manuel pensó:<> _ Bueno panitas vamos a llegar a un acuerdo, si ustedes quieren llevarse la camioneta, déjenme por aquí, dame algo de plata y ustedes siguen con su plan. Esta bien_ les puntualizó Manuel tratando de dominar la situación y dándoles confianza para que no le hicieran daño. Esta estrategia la pensó Manuel, cuando el delincuente que iba en el asiento de atrás de él, le pidió la cartera, el celular, le quitó la chaqueta deportiva que llevaba sobre el asiento del conductor. _ Dame la clave de esta tarjeta_ lo intimidaba el malandro corpulento y le enseñaba la tarjeta de crédito. _ Respeten mi vida_ contestó Manuel no dándole tregua ni información. _ Clave de esta otra tarjeta_ le gritaba el delincuente grandulón, tratando de presionarlo. _ Coño panita. Ustedes no son unos criminales y lo único que van a hacer es llevarse la camioneta_ les decía Manuel para precisarlos. _ Clave de esta otra tarjeta de crédito_ volvía a repetir el malandro ubicado en la parte de atrás del vehículo. _ Denme plata y déjame por aquí._ le contestaba Manuel. _ ¿La camioneta está asegurada?_ le preguntó el delincuente sentado en el asiento delantero_ _ Si_ respondió el asaltado. El delincuente que revisaba la cartera encontró el permiso de circulación del vehículo, se alegró y expresó: _ Aquí está chamo, ya lo tengo_ dijo el gordo. Pasaban patrullas y motorizados de las diferentes policías y los delincuentes le decían que se quedara tranquilo y que no intentara llamar la atención porque sería hombre muerto. Manuel decidió respirar profundamente, cerró los ojos, se encomendó a Dios y a su patrona la Virgen del Valle, aparecía en su mente la imagen de Jesús resplandeciente y también la de la virgen milagrosa del Oriente, se sentía protegido y reconfortado. Al llegar a la parte alta de la Urbanización, el que estaba sentado a su lado le había indicado que se pasara sin bajarse a ese puesto, sintió la pistola que cargaba el de atrás presionándole la cabeza, el pequeño tomó el volante y se dirigió a la Avenida Boyacá. El delincuente fornido le había devuelto su cartera y le había dejado, un billete de 1.000,00 bolívares. Le había robado una gruesa suma que él había retirado para hacer unas reparaciones en su apartamento. Le volvió a pedir la cartera, y al revisar todos los carnt, encontró el del porte de armas y gritó: _ coño pana este carajo a lo mejor está armado. ¡Cuidado con un vaina! Voy a registrarlo_ apuntándolo con el arma y con la mano derecha lo registró. Manuel le expresó: _ pana yo si tengo un revolvito, pero lo tengo en la casa, a mi no me gusta llevarlo conmigo. ¡Ahorita no estoy armado! Ya está bueno…déjenme aquí y llévense la camioneta…por favor. Después de haber transcurrido más de tres horas de dar vueltas por la ciudad, al secuestrado le parecía una eternidad, con la incertidumbre de si le respetarían su vida, hacía esfuerzos para no sentir miedo y obligado a hacer lo que ellos querían por la ventaja de estar armados. Uno de los delincuentes le expresa: _ Bueno pana. Como te portaste bien. Te vamos a dejar en un sitio cercano. Se había dirigido a una calle solitaria y por una transversal de la Avenida Boyacá, entró al garaje de una quinta, se veía deshabitada y le indicó: _ Bájate lentamente, voltéate, levanta la mano como si te estuvieras despidiendo de este mundo y chao pescao. Manuel se bajó, todo el cuerpo lo tenía como una piedra, le costó dar un paso, no le dolía el gran hematoma que tenía en la cara, no había tiempo para sentir dolores, su preocupación era seguir con vida. Esperó el impacto de las balas en su cuerpo, su vida le pasó rápidamente por su mente como si estuviera viendo una película en el cine. Oyó el ruido del motor de la camioneta acelerando y cuando se perdió. Se tocó el cuerpo para cerciorarse que estaba vivo, son y salvo. Fue dando pasos poco a poco, era un robot metálico, la cara no le dolía y aceleró el paso para llegar abajo a la Plaza Francia, se acercó a unos policías que estaban fuera de una patrulla, se identificó con su cédula y carnet del Colegio de Abogados y puso la denuncia del robo de la camioneta. Los policías por radio informaron a la central del robo del vehículo y le expresaron que debía poner la denuncia formal en la policía científica. Con el billete de mil bolívares compró un boleto del Metro y llegó a su bufete. Al verlo entrar su secretaria pegó un grito diciéndole: _ Doctor ¿Qué le pasó? Tiene un golpe en la cara_ _ Me hicieron un secuestro express, me golpeó en la cara un delincuente con una pistola, me robaron un dinero, el celular, mi agenda y mi camioneta. ¡Gracias a Dios y a la Virgencita del Valle: me salvaron la vida! Más adelante me compro otro carro, lo importante es que me dejaron vivo_ contestó Manuel con rabia y sintiéndose impotente ante la arremetida de los delincuentes. _ Doctor yo le busco hielo para que se ponga en el golpe y se baje la hinchazón. _ Gracias Rita, te lo agradezco por allí debe haber una tela, ponlo allí, que luego me lo coloco. Enseguida pensó en llamar a Lérida y contarle lo sucedido. Así lo hizo y se asombró cuando oyó el grito de ella: _ ¡No puede ser! ¡No puede ser! Pero mi amor tú estás bien, no será que no me quieres decir que todavía estás secuestrado y no me lo quieres decir para que no me alarme y no me mortifique… Dime mi amorcito ¿Tú estás bien? _ Si mi vida. Para que no te preocupes. Si quieres te vienes a mi oficina y vamos juntos a poner la denuncia en la policía_ le solicitó Manuel. En menos de una hora ya estaba Lérida en la oficina, al verlo golpeado, lo abrazó y lo besó muchas veces, llorando lo consolaba diciendo:_ Mi amor gracias a Dios y a la Virgen estás vivo, sano y salvo. A partir de hoy te pasaré buscando e iremos juntos a la universidad, así nos uniremos más y tendremos que olvidarnos de ese trágico incidente, menos mal que la Compañía de Seguros te la pagará. Yo también te acompañaré en esos trámites_ Lérida se resistía a creer lo sucedido a su novio, al verlo en ese estado, le daba ánimos y debía sacarlo de la depresión, alegándole debía tener desapego a las cosas materiales y ahora más que nunca debían compenetrarse cada vez más para irse preparando para conformarse como un todo, es decir ser una pareja muy unida para siempre. Juntos realizaron los trámites de la denuncia a la policía, al hacerle un interrogatorio simple, ambos se opusieron y alegaron su condición de abogados y por lo tanto debía ser más exhaustivo tomando las características y fisonomía del delincuente que él pudo observar más porque el otro siempre se ocultó detrás del asiento. Los trámites de la denuncia ante la compañía de seguros de la camioneta, les parecieron no tan fastidiosos por la cantidad de documentos que debían presentar, porque ella procuraba echarle broma, estar con él y acompañarlo para todas las oficinas y dependencias donde debía otorgarle o introducir algún documento. Manuel se puso al día con las solvencias municipales del pago de trimestres de su vehículo. A los cinco meses de los trámites del seguro, le pagaron por la pérdida total de la camioneta y en base al incremento de los costos de los vehículos, éste monto lo invirtió en la inicial, comprando un carro nuevo pequeño. Lérida aprendía con su novio los procedimientos, estrategias y las maneras de salir airosa en las confrontaciones en su ejercicio profesional. En un juicio contra una urbanización del este de la capital, defendió a Pedro Farías, comerciante y socio principal de una fábrica de cerámicas y artículos de baños, quien había comprado una casa campestre, debía los gastos comunes de mantenimiento durante 5 años y no la había habitado. Logró llegar a un acuerdo con la empresa que administraba los gastos comunes y el señor Farías canceló el monto de la deuda, le propuso que en pago de sus honorarios profesionales, si quería la podía habitar por un tiempo y tramitarle la venta, de ahí saldría su pago. La estuvo usando como una casa campestre por 6 meses y al hacerle publicidad para la venta, logró hacer el negocio, quedándole una suma muy significativa. Otro caso muy famoso que defendió Lérida fue el de Nicolaí Mirkov, polaco que llegó al país luego de la culminación de la segunda guerra mundial, aquí conoció a una paisana, quien también venía huyendo del horror de la guerra. Se casaron, ambos se dedicaron al negocio de costura y confección de fluxes, vestidos y pantalones. Alquilaron un garaje de una quinta en la Urbanización “Guaicaipuro”, cerca de Sarría. Poco a poco su fama se fue extendiendo porque los trajes eran reconocidos y personeros de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, empezaron a frecuentar el negocio, el cual creció. Sussy, la esposa de Nicolaí, se enamoró de Manuel Gómez, administrador de la empresa y al transcurrir el tiempo, lo estafaron y la empresa pasó a nombre de ellos. Lérida interrogó a empleados y a obreros de la empresa, puso la denuncia ante la Policía Científica y comprobaron la falsificación de la firma de Nicolaí. Lérida ganó la demanda y los estafadores fueron a la cárcel. La empresa la recuperó Nicolaí. _ Gracias mi estimada doctora, me devolvió el alma al cuerpo. Yo quiero que usted me tramite el divorcio de la desvergonzada esa, no le digo la palabrota porque me da pena con usted_ le expresó el nacionalizado, sus preocupaciones lo habían encorvado, caminaba muy lentamente y estuvo en tratamiento psiquiátrico por este problema. _ Señor Mirkov me complace ayudar a personas como usted y con todo gusto también le asistiré en su divorcio, usted tiene derecho de rehacer su vida_ le contestó Lérida. Ya a los dos años le había salido el divorcio al comerciante. En el ramo mercantil la fama de la abogada se fue consolidando. Con el apoyo de Manuel pudo desenvolverse a cabalidad. Al tener un año de noviazgo la pareja decide realizar el matrimonio. _ Familia, les tenemos una gran noticia. Vamos a casarnos en diciembre_ les informó eufórica de alegría Lérida a sus padres y hermano. La ceremonia religiosa se efectuó en la Iglesia de la Chiquinquirá. Habían contratado a una soprano que cantó el ave maría, cuando lentamente su padre la llevaba al altar para entregársela a Manuel, ella vestía su traje blanco tradicional con una gran cola. La fiesta la hicieron en un salón de un club famoso, a la cual asistieron colegas, familiares y amigos de ambos. La luna de miel la fueron a pasar en la Isla de Aruba. Al instalarse en uno de los mejores hoteles, les fue obsequiada una botella de champaña. Lérida procuró que su esposo tomara la máximo y se mareara, ella había ordenado al bar del hotel una botella de wisky, brindó varias veces con él y disimuladamente botaba los tragos, ya que de esta manera, al estar ebrio no se iba a dar cuenta que hacía muchísimos años ella había perdido su virginidad. Él luego de besarla y acariciarla por todo el cuerpo, la fue desnudando y ella haciéndose la penosa y simulando tener dolor logró engañar a su esposo, quien bajo los efectos de la bebida creyó tener el privilegio de ser el primer amante de la motolita. La fogosidad del oriental lo convertía en un amante impetuoso, ella le correspondía con pasión y expresando su amor muy natural. Tomaron un tours para recorrer toda la isla. Lo más que le fascinó a Lérida fue el puente natural. El incesante encuentro entre el choque de las olas contra la roca fue erosionando desde arriba y abrió un hoyo dejando una franja horizontal, parecido a un puente. Es tan fuerte el viento, que las olas se disparan con tanta intensidad contra la roca inerme, saltando chorros de agua hacia arriba. Manuel le tomó varias fotos con conservar ese bello recuerdo, y le pidieron al favor a un turista de tomarle dos fotos a ellos en pareja. El gran faro de la isla representó para ellos el centinela de su inmensurable amor, también se fotografiaron juntos. El conductor les iba narrando en inglés, papiamento y castellano los sitios de atractivo turístico y al llegar a una casa no tan grande les destacó: _ esa es la casa de las seis cocinas. Si aunque ustedes no lo crean es así. Allí viven John Cocina, su esposa Mary Cocina y sus hijos Peter, Mary y Alfred Cocina, más la cocina de la casa son seis cocinas_ todos rieron con la casualidad de los apellidos y la manera como lo narraba el conductor. Visitaron las primeras formaciones geológicas de la isla, se tomaron fotos en la cueva, disfrutaron en la granja de las mariposas y en las blancas playas paradisíacas se juraron amor eterno. Recorrieron los grandes casinos, las iglesias, tiendas y centros comerciales. Compraron suvenires y regalos para sus familiares y amigos. Cuando regresaron al país, se sintieron extasiados contando los bellos momentos disfrutados en su luna de miel y sobre todo la receptividad y el cariño prodigado por sus familiares y amigos.

2 comentarios:

  1. Ahora ya veremos que va a pasar, sera Lêrida fiel a su esposo mmmm veremos. Don Alberto felicidades. Muy buena la novela, me preocupa La Motolita.

    ResponderEliminar
  2. Ahora ya veremos que va a pasar, sera Lêrida fiel a su esposo mmmm veremos. Don Alberto felicidades. Muy buena la novela, me preocupa La Motolita.

    ResponderEliminar