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viernes, 25 de octubre de 2013

Tercer capítulo de la novela La motolita de Alberto Isaías Guilarte

Lérida, viste una blusa rosada con escote, sobresalen sus pechos ya formados a sus 14 Años, mide 1,65 metros, ya su contextura es fuerte, sus muslos son torneados y su pompi es abundante y parado. Su melena, al caminar se bate con el viento. Al dirigirse al liceo, pasa frecuentemente frente al taller mecánico de Juan Bernoconi, de 25 años, italiano con 15 años de residencia en el País, flaco, alto, rubio, nariz aguileña pronunciada. Está casado con una paisana, Gioconda, tienen dos niños varones de 8 y 6 años. Ellos viven en el piso de abajo del edificio donde también reside Lérida. Cada vez que pasa los obreros del taller y todos los hombres que están allí, le siguen con la mirada y la silban <>son los comentarios que hacen cuando deja su estela. Paulatinamente Juan, empieza a fijarse en ella, cuando la encuentra en el edificio y al verla pasar frente a su negocio. Su machismo latino se va a incrementando y busca las oportunidades para encontrarse a solas. La ocasión cuando uno la busca la encuentra y Juan le saluda preguntándole, sobre sus estudios y si no era impertinencia la invitaba a tomar un café con leche en la panadería, ubicada al lado del edificio. _Bueno, lo acepto porque usted es un vecino. Pero que conste que yo soy muy respetuosa con los hombres casados. Contestó balbuceando las palabras y bajando la mirada. _Mira “ragazza”, como decimos en Italia. Yo lo que quiero es ser tu “amicuo”. Yo también respeto a las señoritas, respondió el italiano tratando de ser muy convincente<> _ Muchas gracias señor Juan. Mi nombre es Lérida Gamarra Andrade, estoy estudiando 2° año en el Liceo “Andrés Bello”, Gracias por su invitación. Vamos pues a tomarnos el cafecito. Se dirigieron a la panadería y él pidió dos cafés pequeños. Ella no aceptó consumir más nada. Luego se despidieron y él al tenderle la mano, le retuvo la suya un momento más y le fijó su mirada en los ojos. Le auguró tener otra oportunidad como esta para conversar y se despidieron. Cuando llegó al taller, parecía flotar en las nubes y con su machismo latino exacerbado. Se ufanó con su personal sintiéndose con un gran privilegio de haber podido brindarle una atención a la “belisima pava”, que no aceptaba piropos o expresiones indecorosas contra ella, lo más probable era se empatarían lo más pronto posible, debían guardarle ese secreto, ya que si enteraba su mujer, botaría inmediatamente al bocón informante del chisme. A partir de ese momento estuvo muy pendiente para encontrarse nuevamente con la chica, la cual le motivaba una renovación de sus energías, un anhelo por verla constantemente y tener el privilegio de obtenerla como un trofeo a ser mostrado a sus subalternos, elevando su egocentrismo y autoestima exagerada. Para Juan pasaron cinco días y no pudo verla, los minutos y las horas le parecieron infinitas, estuvo encadenado al carruaje del tiempo el cual lo arrastraba inclemente perdiendo la concentración y atención a sus labores diarias, estaba en otro limbo y sus subalternos murmuraban diciendo <>.Hasta su mujer lo confrontó al notarlo ensimismado y ausente. Al interrogarlo sobre su conducta distraida y su mutismo, él le destacó que era debido a los clientes morosos los cuales le adeudaban más de dos millones de bolívares por trabajos efectuados, temía no poder cobrar ese dinero y la situación económica se le estaba haciendo difícil. <>. Juan la guía hacia su vehículo, un “Camaro” deportivo, de color rojo intenso, su carrocería está muy pulida e impacta a la acompañante. Lérida alaba las condiciones del vehículo, su color, su potencia y sus líneas. Juan se siente elevado y se toma esos piropos para él, enseguida su miembro se endurece y disimuladamente se mete la mano en el bolsillo derecho para agarrarlo y poder continuar normalmente. Le abre la puerta derecha y al estar pendiente de las piernas ella se abre y le deja ver su panty azul, el italiano se estremece y su corazón late a toda prisa y su piel se empalidece, le cierra la puerta, ella alza el seguro y al tratar de introducir la llave en la suitchera, ve sus hermosos muslos, la falda la había subido al máximo. Juan hizo un gran esfuerzo para conseguir la ranura de la suitchera y al encender el carro, salió lentamente para impresionar a su acompañante. Al recorrer dos cuadras, se atrevió a preponerle comer unos golfeados y cochino frito en la vía de la carretera “Panamericana”, por las bondades del frío, la belleza del paisaje y para cultivar su amistad. Su voz tardó unos minutos para salir, tosió y carraspeó, pero era en tono bajo, ella le expresó que no lo oía, aumentó el volumen respirando hondo. Enseguida Lérida le respondió afirmativamente y Juan no podía calmar su taquicardia, respiraba profundamente y se concentraba en la vía. Al transcurrir cuarenta y cinco minutos llegaron a una panadería que está en la citada carretera, muy famosa por sus exquisitos panes dulces. Juan le expresó iría a comprar los dulces y refrescos, se quedaría esperando en el vehículo. Al rato, regresó con una bolsa y dos refrescos. Le dio el refresco solicitado y ella se le acercó para recibir la bebida, al estar muy cerca su cara, le aproximó los labios y la besó. Ella le pasó su brazo derecho por su cuello y le dio un beso apasionado <> _Si Juan, lo que tú digas. Tú también me gustas y yo quiero estar contigo. Respondió Lérida jadeando de excitación y lujuria. Los refrescos se derramaron en el carro y lo condujo a gran velocidad hasta el primer hotel que encontró en la vía. Pidió la llave de la habitación, estacionó al frente y al entrar se encontraba una cama matrimonial frente al baño. No hubo necesidad de activar el aire acondicionado, por el frío del sector. Al cerrar la puerta, Juan abrazó y besó apasionadamente a Lérida. Ella le correspondía y lo acariciaba todo. Le notó que su corazón y lo acostó en la cama: << Cálmate, cálmate mi amor, despacio, despacio, hay tiempo para todo>>. Juan se fue calmando y ella lo iba desnudando. Él también le quitaba la blusa, la falda y su ropa interior. Al verla completamente desnuda, casi acaba. Ella lo calmaba diciéndole: <>. Y lo fue serenando. Juan la fue besando toda, ella se estremeció de placer al penetrarla, sus movimientos pélvicos en todas direcciones, lograron un orgasmo compartido. Juan gritó: _Madona mía que plachere más divino. Yo te amo “ragazza”. Yo te amo. Descansaron media hora y ella se le montó como un jinete y empezó a frotarle su pubis, el italiano hacía esfuerzos y por la emoción no pudo corresponderle. <> _ Así te lo prometo mi amor. Pero la próxima debes estar más tranquilo, menos atorao. O. K. Ahora me tendrás que dejar cerca del liceo. Esperaré a la última hora a una compañera y la invitaré para la casa para que nadie sospeche nada. Mi amor dame el número telefónico del Taller y para vernos otra vez yo te llamaré. Le inculcó Lérida, besándolo por el cuello y acariciándole el pecho. Se dan los últimos besos apasionados de despedida y salen del hotel, el vehículo se desplaza a una velocidad moderada y llegan a la cercanía del liceo. Se despiden hasta una nueva ocasión, no permite que la bese y cierra la puerta del carro, el cual se pierde a toda velocidad. Es la última hora de clases y espera que salga su compañera María Jiménez, se le acerca y le pide el favor de prestarle los apuntes de clases del día, además de acompañarla a su casa. La compañera se excusa por querer llegar temprano, Lérida le insiste y la convence. María trata de averiguar donde estuvo, ella da todas las excusas y la convence para que no la salga interrogando. Le paga el pasaje de la camioneta. Le convence para brindarle una torta de galletas, congelada y hacerle un batido de frutas. El próximo sábado la invitará al cine en el matinée con sus respectivas golosinas y refrescos. María acepta y se hace cómplice una vez más de las faltas y travesuras de su compañera. Llegan al apartamento de Lérida, pide la bendición a su mamá, pregunta por sus estudios y ella responde que todo va bien, algunos profesores “la tienen cogida con ella”, va a preparar una torta helada de galletas y un batido de frutas, revisa el refrigerador y encuentra una lechosa madura y la pica, le quita las conchas y la bota junto con las semillas, la licúa y le sirve en un vaso de merengada. María la interroga muy calladita, para saber donde estuvo y porqué se "había jubilado de clases” Ella le contestaba<>. Pasaron tres días y telefoneó a Juan. Un empleado preguntó <><>. Enseguida le atiende Juan y le pregunta cómo le ha ido, por sus estudios, por su familia y cuándo se volverían a ver. Ella le contesta muy pronto y espera su llamada. La pasaron muy bien y espera esté menos ansioso y más tranquilo. Juan le promete estar más sereno y cumplir más con su obligación de hombre. Se despide con “Chao Bambina. Hasta pronto amore”

1 comentario:

  1. Que chiquitas mas alebrestadas caray, asta ahora veo que su novela seria un exito Don Alberto Guilarte.

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