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martes, 24 de septiembre de 2013

Décimoprimer capítulo de la novela la motolita de Alberto isaías Guilarte

Lérida Gamarra Andrade no durmió bien durante una semana, se desvelaba y cuando se dormía veía la Profesor Alfonso acusándola por su muerte. Algunas veces en sus sueños era ella quien lo lanzaba al vacío, desde la terraza del edificio donde se suicidó. Se despertaba gritando y temblando de miedo. Ya en su casa, tampoco sus padres y hermano pudieron dormir bien en esa semana, se levantaban sobresaltados para auxiliar a Lérida, la mamá le sobaba y la consolaba diciéndole: <> Ella gritaba: << mamá yo no estoy loca. No sé lo que me pasa: A lo mejor me pegó la muerte de mi profesor de Física. Era muy querido por todos nosotros, los estudiantes del Liceo. Ya se me va a pasar>> Tanto insistió y convenció a su papá para llevarla a la Consulta de Psiquiatría del Hospital Vargas. Después que el papá tramitó la cita, para la fecha fijada, se levantaron muy temprano como de costumbre, desayunaron aprisa y él la llevó en su camioneta de pasajeros. Acordaron se irían por su cuenta, para poder cumplir con sus obligaciones en la Línea. Al oír su nombre, Lérida se sobresaltó y su corazón latía apresuradamente. _ Cálmate muchachita. Deja los nervios. Pasa con la enfermera_ le susurró su mamá tratando de controlarla. El Dr. Isaac Pardo, de contextura fuerte, de estatura mediana, calvo y de color blanco le indica se siente. Le da la mano y se presenta. Le pide información sobre sus datos personales, los anota en la historia clínica, hace un alto y le pregunta:<> Ella le contestó muy insegura, era debido a que no podía dormir en una semana por motivos de pesadillas. Al pedirle detalles de ¿cómo eran? ¿Quiénes aparecían en las mismas? ¿De que te sientes culpable? <> _ Ahora relátame como ves la escena de ese suicidio de tu profesor_ le precisó el Psiquiatra. _ Desde hace días en el sueño yo soy quien lo empujo y él se mata. Doctor yo no tengo la culpa de si él se mató. Yo soy culpable_ gritó y lloraba sollozando inconsolable la paciente. _Toma una tollita y sécate_ le indicó el Doctor Poleo_ Tu no eres culpable por ese suicidio, ni de ningún acontecimiento parecido, si es que hubiese pasado. Dime una cosa, lo que digas aquí es secreto profesional y no lo sabrá nadie ¿Tú tenías algo con ese profesor?_ la interrogó con cierta persuasión el médico. _ Ay Doctor. Si en verdad me guarda el secreto, yo se lo voy a contá, pero no se lo cuente a nadie, menos a mis padres, porque me moriría de vergüenza_ expresó la motolita, sollozando más pausado y respirando profundo. _ Te insisto. Por tu bien y para que mejores tu descanso, tu sueño sea reparador, cuéntame con detalles lo se tu relación con ese profesor_ le precisó el doctor Poleo. _ Bueno, resulta que salimos varias veces, yo me jubilé de clases para ir a bailar, en la segunda ocasión me motivé tanto que estuve con él sexualmente, no es el primer hombre con quien estoy. La tercera vez que él trató de tener relaciones sexuales conmigo, acabó rápido y yo me quedé insatisfecha. Me puse brava y lo ofendí y le dije que ya era un viejo, que habíamos terminado. No quise tener más nada con él. Él trató de buscarme y yo no lo atendía, entonces se metió a la bebida, en el Liceo lo amonestaron varias veces. Él guardó nuestro secreto. Se volvió un borracho…y se suicidó. Yo no tengo la culpa doctor…yo no lo maté ¿Verdad? ¿Dígame qué él lo hizo solito? Yo no soy culpable. ¿Verdad doctor?_ volvió a desesperarse y a llorar fuerte. _ Cálmate Lérida. Si en algo pudieras tener culpa, es en haberle ofendido su papel de hombre. Lo hiciste porque te sentías muy mal y creo que eres violenta e impulsiva, lo recriminaste y él al no poder seguir contigo, tal vez porque se enamoró de ti, fue débil, estaba muy deprimido y se suicidó. Lo importante es que tú drenaste conmigo. Tú no eres culpable por su muerte. Yo te voy a indicar unas cápsulas, a partir de hoy debes tomarlas de acuerdo a las indicaciones. Nadie sabrá nada de ese secreto que tú me contaste y que el profesor se llevó a la tumba_ le enfatizó el profesional, logrando tranquilizarla. La joven lloró intensamente y poco a poco fue calmándose. _ ¿Cómo te sientes ahora Lérida? ¿Bien? Me alegro. ¿Tienes alguna otra preocupación que crees tú te mortifica tanto? No dejes de tomarte las medicinas y pide la cita para verte dentro de 15 días_ dijo con énfasis el Dr. Poleo. _ Gracias Doctor me siento como si me hubiera quitado un peso de encima. No, no tengo más nada que me mortifique. Me preocupan normalmente mis estudios. Al Usted decirme que no soy culpable por esa muerte, me alivié tanto. Ya yo seguiré sus instrucciones al pié de la letra y nos veremos dentro de 15 días. Hasta pronto Doctor y nuevamente muchas gracias. Chao _ aseveró la chica. _ Chao Lérida. No descuides tu sueño y cuídate. Te va ir muy bien. Le extendió la mano y el Doctor le apretó suavemente, se sonrió y salió del consultorio. Al verla salir su mamá le preguntó cómo le había ido en la consulta, ella le respondió muy bien y le sonrió satisfecha. Se dirigieron a la secretaría y pidió una cita para los próximos quince días, se la anotaron en una tarjeta y se dirigieron a la salida del viejo hospital. Caminaron largos pasillos con jardineras en el centro y a ambos lados se encontraban las salas de hospitalización. Al llegar casi a la entrada, se encontraron con la estatua del Dr. José María Vargas, está sentado y es imponente porque mide más de tres metros. De esta forma la capital honró con esa escultura a aquel médico sabio, precursor de la medicina en el País. Al llegar a la parada de autobuses, tomaron uno que los dejaría a una cuadra de su casa. Lérida contempló los mendigos, recojelatas, varios locos y borrachos que deambulaban por las calles. Los postes de la luz, negocios, edificios, personas y automóviles pasaban rápidamente por su vista, al movilizarse el transporte público repleto de pasajeros. Su mamá la dejó distraerse y en su imaginación volvió a repasar las escenas desde que era niña cuando mantuvo relaciones sexuales con los amigos de su mejor amiguita, a cambio de tomarse unos refrescos, sus noviazgos escondidos con el italiano dueño del taller mecánico, con el portugués del abastos, ahora lo sucedido con el profesor Alfonso. Se interrogaba: << ¿Qué ocurre con el destino de aquellos hombres con quien se ha empatado? ¿Por qué les va mal? ¿Acaso les transmitió un halo de mala suerte? ¿Será por ser unas relaciones sucias, pecaminosas, a escondidas? ¿A ellos se les castiga de esa forma? ¿ Será que tengo derecho a enamorarme cristalina, transparentemente como debe ser? Pero yo no soy culpable de lo que ellos hagan con sus vidas. Pudieron haberme olvidado, seguir con sus esposas los casados, buscarse otra amante. Pero eran débiles, yo no soy la última Coca cola del desierto, todos me dicen que estoy buena y lo estoy, hago el amor rico. No debes tener culpa de nada. Mi vida debe continuar. Me tomaré mis medicinas, voy a dormir profundamente y no voy a tener más pesadillas ¡NO VOY A TENER MÁS PESADILLAS! ¡NO VOY A TENER MÁS PESADILLAS! ¡ NO VOY A TENER MÁS PESADILLAS! >> Trataba de autosugestionarse para dejar de presentar las pesadillas, su mirada en el cielo, concentrada y estática. Era indiferente a los acontecimientos que sucedían a su alrededor. _ Hija llegamos. Vamos a bajarnos_ le anunció su mamá. Se sintió sacudida y como si despertara de un sueño profundo. Cuando estamos preocupados por alguna situación conflictiva nuestro inconsciente nos induce a practicar “malas jugadas”, nos guía a repetir errores, como dicen los psicoanalistas <>. Al no ser conscientes, no lo entendemos y vamos dando tumbos en la vida, de fracaso en fracaso, dañando a otros sin darnos cuenta. Si tenemos la suerte de hacernos psicoterapia o ser orientados por un profesional de las ciencias de la Conducta, psicólogo o psiquiatra, podemos << Hacer consciente lo inconsciente y sanar para bien nuestro y de los demás>> Después de cambiarse la ropa por una bata casera, ayudó a la mamá a elaborar la comida, a la hora del almuerzo, sirvió la sopa y la comida a su papá y hermano. Todos se sonreían cuando la veían cantar las últimas canciones de salsa, impuestas en la radio de tanto ponerlas y repetirlas en las diferentes estaciones. _ Mija gracias a Dios y a María Santísima que usted ya se ve mejor y con otros ánimos_ le enfatizó su papá muy sonreído. _ Si papá con el tratamiento que me hizo el Doctor Poleo y con las cápsulas que me recetó se me van a quitar esas pesadillas. Me afectó mucho la muerte de mi profesor de Física, que Dios lo tenga en la gloria y lo perdone. _ No me gusta verla así, toitica echá aperdé, dando berridos a media noche o de madrugá. Ya tá bueno y palante es que brinca el sapo. Oras, hijita querida_ le destacó el amoroso padre con su sonsonete andino. Al adquirir las medicinas y tomárselas antes de acostarse, esa noche durmió tranquila y profundamente. Al sonar el despertador su mamá la estremeció por haberse quedado dormida. Se levantó lentamente, se duchó y se vistió con el uniforme del liceo. Acompañó a sus familiares en el desayuno, informando haber dormido muy bien, tenía excelente ánimos y a partir de hoy sería una mujer hecha y derecha. Al llegar al liceo sus compañeros le preguntaron la causa de su ausencia, les respondió por haberle pegado la muerte del profesor Alfonso y se sintió tan mal, no teniendo fuerzas para ir al entierro. Preguntó quienes habían ido, si le dieron el pésame a sus familiares, por cierto era soltero. Todos “lloramos a moco suelto. Él no merecía esa muerte. ¿Qué le habrá pasado al profe? Ella le contestó existen personas muy débiles y ante los problemas diarios de la vida, se les va llenando el vaso, hasta que viene la última gota y se derrama, no tienen ya más fuerzas de seguir luchando y creen que el suicidio es la solución. Nadie debe culparse por la muerte de esas personas que según leyó en un libro están en una posición existencial: <> _ ¡Caramba muchacha! Ese si es un caletre de Psicología. Te felicito, tú sirves para ayudar a la gente. Estudia Psicología o Psiquiatría_ dijo su compañero Luis González. Al dar esta explicación a sus compañeros se autojustificaba y sus mecanismos de defensa le eximía de toda culpa, debía seguir su viada normalmente y lo pasado ya había pasado, después de la tormenta viene la calma. Era un velero en alta mar, con las velas destrozadas pero el casco de la nave estaba intacto, las grandes olas y el fuerte viento la llevaban para arriba, para abajo, sin rumbo fijo, luego fue amainando la tempestad y la mar venció al viento. ¡Que serenidad, quietud, paz te da la mar calma y con poco viento! Así se sentía. <> En su mente hacía un gran esfuerzo para concentrarse, sus pensamientos retumbaban, eran truenos, debía seguir concentrándose y aparecer tranquila <> Al ingresar al salón de clases, se encuentra con el sustituto del Profesor Alfonso. Es Juan Bermúdez, nacido en Cumaná, es moreno, de nariz chata, pelo rizado y muy extrovertido, hace chistes en las clases y explica minuciosamente a sus alumnos para integrarlos al proceso enseñanza-aprendizaje. A la “motolita” el tiempo le evitaba recordar a sus amores del pasado, era tosca y contestaba mal cuando algún compañero la piropeaba, A veces los demás nos perciben como representación de algún animal, Ella era “una puercoespín”, sus afiladas puyas, no permitían un acercamiento y las relaciones interpersonales establecidas las cortaba, para protegerse en una imagen inaccesible y distante. Tras ese disfraz de dura, alejaba a cualquier pretendiente, cumplía con su propósito de no tener conquistas y tener una conducta “buena” ante los demás, limpiar sus culpas y tener hasta un perdón divino. Debía cambiar y lo empezó hacer de esta manera. Ya no podía soportar que a ningún pretendiente le pasar algo

4 comentarios:

  1. Hay si como que no le creo, bueno ahi vamos, para mi Don Alberto que es usted un genio.,pero La motolita no me convence.

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  2. Hay si como que no le creo, bueno ahi vamos, para mi Don Alberto que es usted un genio.,pero La motolita no me convence.

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  3. La motolita no piensa cambiar todo lo ve a su manera, hay, hay que mujercita. Me da pena.

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  4. La motolita no piensa cambiar todo lo ve a su manera, hay, hay que mujercita. Me da pena.

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