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sábado, 21 de septiembre de 2013

Quinto capítulo de la novela La motolita de Alberto Isaías Guilarte

Lérida, un viernes por la tarde, decide no ir al liceo y encontrarse con Juan Bernoconi. En el bolso, donde lleva cuadernos y libros introduce un pantalón blue jeans y una blusa. Telefonea a Juan y al rato, la pasa buscando a tres cuadras de su residencia. No le acepta el beso, porque le pueden ver y ocasionarle problemas a ambos. El italiano está muy emocionado y le pregunta si tienen tiempo. Ella le responde afirmativamente y se dirige al mismo hotel, donde estuvieron la vez anterior. Juan al solicitar la llave de la habitación, la abre más sereno. Ella cierra la puerta, lo abrazo y lo besa repetidamente. <> Deciden darse un baño con agua tibia. Ambos se enjabonan, se secan y desnudos se acuestan,cubriéndose con la sábana y el cubrecama. El frío de la tarde los hace titiritar. Luego de besarse hasta el cansancio y acariciarse, él decide penetrarla y por la emoción tiene una eyaculación precoz<> Descansaron un rato y al recuperar fuerzas, con su miembro le frota el clítoris y ella gime de placer al alcanzar el orgasmo. El italiano está apenado por lo sucedido y trata de darle excusas a Lérida, convirtiéndose en fastidioso, pareciera que sucumbiera ante la pérdida de credibilidad de su hombría, su machismo exacerbado lo siente rodar por el suelo y se justifica ante la hembra. <> Fue entonces cuando el italiano se sintió débil, argumentando ya no corresponderlo como debía ser, a lo mejor habría otro hombre, que no lo quería, que no lo comprendía. Al desesperarla le gritó<> Juan se asustó y la taquicardia se le incrementó. Lérida al verlo pálido y temblando, se le acercó. Lo empezó a besar y calmarlo diciéndole era su único amor, lo comprendía y debía vencer su nerviosismo. La próxima vez al conocerse mejor iba a ser espectacular. Juan se calma, la besa y le expresa por eso la ama. Lérida después de asearse se pone su blue jeans y la blusa que sacó del bolso, se seca bien el pelo, peina su cabellera y lo apura para llegar temprano a su casa. La rutina de Lérida es el tren cronometrado al dejar pasajeros en cada estación. En la semana llama a Juan. Transcurre un mes y lo invita a compartir la experiencia. Lo convence no ir al mismo hotel, sino a uno de la ciudad. Llegan con más prontitud y decide no decirle nada para ver su comportamiento. Juan se encuentra más sereno. Abrió la puerta muy seguro de si mismo. La invita a acostarse en la cama y ver un poco de televisión, al cambiar de canal se deleitan viendo películas pornográficas. Se desnudan y empieza la acción. No la acaricia y la estimula lo suficiente, cuando va a penetrarla acaba de inmediato. El italiano se siente perdido y grita de desesperación. Grita groserías en italiano y le pide perdón, que no estaba en él no esperar el momento adecuado, no volverá a suceder, que debía hacerla feliz. Lérida se sintió hastiada y le gritó<> <> Lérida abrió la puerta bruscamente y le gritó que se apurara. Al rato él salió corriendo. Se montaron en el carro y la llevó a tres cuadras del apartamento. Antes de que ella se bajara del vehículo. Él la tomó de los hombros y le pidió no dejarlo, se trataría con un médico y si era de divorciarse de su mujer lo haría. Pero que no lo dejara. Ella le gritó todo se había acabado. No la molestara más y tuviera cuidado, si la acosaba era capaz de contárselo a su mujer. Lo mejor era conservara su matrimonio y el tiempo era el mejor remedio para el olvido. Al tirar la puerta del carro, el golpe lo sintió el italiano en el pecho. A partir de allí, le iba a costar conciliar el sueño, la imagen de Lérida no se quitaba de su mente, estaba a cada instante distraído en su taller, en su casa. Perdía peso, su pelo se encaneció ante de tiempo. Sólo su trabajadores sabían la pena inmensa socavadota de su alma y de su cuerpo. No supo cumplir con su duelo, estaba enterrándose en vida. Ya estaba muerto. En muchas oportunidades esperó por horas a Lérida, pero ella no quiso saber más nada de él. Al sufrir una depresión cónica, su esposa vendió el taller y con sus hijos decidieron regresar a su pueblo en Italia. Jamás supo las causas de la enfermedad y deterioro de su esposo, quien al año falleció de melancolía. Lérida continuó asistiendo a su liceo y no se enteró de la tragedia de Juan, su amante italiano. Frecuentemente acude a comprar, como lo hace desde hace desde años, en el Abastos “Madeira”, ubicado en la esquina de la cuadra donde vive. Joao Belmonte, de 36 años, alto, rubio, con la nariz aguileña pronunciada, a pesar de tener 20 años en la capital, destaca su pronunciación del portugués que arrastra con las palabras de moda, tratando de hacerse sentir como un “venezualano más”. Está casado con Fátima, de 20 años, se casaron por poder hace 3 años y tienen un varoncito, de 6 meses. Viven en un apartamento cerca de la Plaza de la Candelaria. _ ¿Qué quiere que le venda a la pavita bien “bunita” de toda esta Capital?_ preguntó el portugués muy salamero. _ Adió coroto, mira al porto echando piropos. Bueno dame tres “diablitos”, 1 kilo de azúcar y una mano de cambur. _ Son “duuscientos bulivares” mi preciosa_ le sonríe y espera tomar el dinero y agarrarle la mano. _Toma Portu. Se dice doscientos bolívares y no me agarres la mano porque te doy un cachetada por falta de respeto.¿Y no me vas a dar mi ñapita?_ contesta Lérida picándole el ojo y dejándose sobar la mano. _ Aquí tienes una gelatina y cuando tu quiera salimos para que veas como se “bate el cuubre”. Le replica el luisitano esperando ansioso una respuesta positiva de la adolescente. _ Hay pendejo, tú me dices y salimos cuando estés disponible_ lo retó pícaramente la joven retadora. _ Bueno vamos mañana a la una de la tarde, yo le diré a mi cuñado José que me atienda el “abastos” y te pasaré buscando a tres cuadras de aquí, frente a la Arepera, ¿Estás de acuerdo mi pavita “consuentida”_ le expresó muy feliz el comerciante. _ Allí estaré y me guardarás el secreto. Hasta mañana. _Se sorió y batiéndose como una palmera, apretó su pompi al caminar y le sacudió la cabellera. El portugués al llegar a su casa en la noche, conversó largamente con su cuñado y lo convenció para que atendiera el negocio, mientras él iba a cobrar un dinero que le debían varias “marchantas”, se acostó más temprano de lo acostumbrado pero pensando en los acontecimientos a realizar al día siguiente, se desveló y se levantó muy temprano. Lérida acudió temprano a su Liceo y al mediodía se dirigió al lugar acordado con el portugués, esperó un poco y vio que se aproximó en una camioneta cerrada, de color crema, muy destartalada. Se subió en el vehículo de carga. El ansioso conductor se dirigió a la zona de hoteles del este de la ciudad. Al ver que ella no opuso resistencia cuando entraron a uno, se bajó pidió la llave de una habitación, cerraron la camioneta y entraron a la habitación. Ella puso cara de ofendida y le preguntó<>. Joao se asusta un poco al pensar actuó precipitadamente y le pide disculpas diciéndole:_Mi pavita linda, lo que “pausare es que yo pienso tú eres muy despierta para tu edad y nos caemos bien. Podemos pasarla “cheveruisimo”. Anda no te pongas brava arrechándote conmigo. Tú desde hace tiempo me gustas y me haces acelerar mi corazón. Anda pues…ven a mis brazos… mi amorcito consentido. _Portu tú cuando estás asustao te pones más fastidioso que borracho de botiquín. Ajá así que te gusto desde hace tiempo. ¿Y tú mujer no te complace condenao? Le replicó tratando de mostrarse molesta y al mismo tiempo sonriéndole. _Bueno ¿Coumo es la vaina? ¿O estás arrecha o me estás “mamandume”el gallo? Expresó el portugués molesto. _ No te arreches mi camaroncito, bésame y desnúdame despacito. Así…así…mi amor. Lo incitaba la ardiente amante. _Bueno, esto está muy conversado y a mi me gusta acción “comu” en las películas triple x. La regañó el ansioso extranjero. Lérida al estar totalmente desnuda, lo motivó a bañarse, él oponía resistencia hasta que aceptó. También para ella era una forma de quitarle el olor del perfume de bajo costo y de fragancia penetrante desagradable. Lo enjabonó varias veces y lo fue secando paulatinamente. Se metieron entre la sábana y el hombre excitado al máximo, trataba de penetrarla. Ella muy hábil lo frotaba con su pubis y se retiraba. Le decía que la acariciara despacito y se calmara, al lograrlo se dio el momento culminante y lo expresó con gemidos y abrazando fuerte a su pareja. Estuvieron descansando casi una hora, tiempo que ella aprovechó para pedirle que ese era su gran secreto, le pidió le jurara no comentarlo con nadie, estaba en juego su reputación y la de su familia. Si él le guardaba esta discreción extrema, podían volver a repetir estos encuentros, de ser un “bocón” su matrimonio estaría en peligro. El amante le juró por todas las vírgenes portuguesas, guardarle el maravilloso secreto y <<él no era tan penduju para perder ese parísu>>. Regresaron al lugar de donde salieron, ella esperó la salida de sus compañeros, pidió los cuadernos para copiar las clases e invitó a una de de sus amigas a la casa. Cuando iba a comprar en el abastos de Joao, él le preparaba otra bolsa con comestibles caros. Casi no intercambiaban palabras, para no levantar sospechas con los otros vendedores. <><>

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