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sábado, 21 de septiembre de 2013

Sexto capítulo de la novela La Motolita de Alberto Isaías Guilarte

Lérida se esmera por salir bien en todas sus materias y pasa al cuarto año de Bachillerato, se decide por Humanidades, ya que tenía dificultades con las materias que llamaban las tres Marías: física, matemáticas y química. Sus padres deciden pasar las vacaciones en San Cristóbal, ciudad donde nació su progenitor. La vieja camioneta les sirvió de transporte, grandes cajas fueron ordenadas en el pasillo y en los asientos traseros. Allí llevaban las provisiones para alimentarse por quince días, ropa usada y algunos muebles conservados para regalarlos a los familiares. La madre de Pedro Gamarra Pérez, señora Eufracia Pérez de Gamarra, a sus 87 años, tenía esa vitalidad para hacer la comida, atender un pequeño huerto y ordeñar una vaca. De estatura baja, color blanco, con la piel muy arrugada y su pelo encanecido, escondido en una pañoleta de algodón multicolor, su hablar despacio y bajito, no disminuía su fuerte personalidad. A pesar de haber quedado viuda hacía más de 30 años, mandaba a sus 7 hijos, quienes le obedecían sin chistar. Era muy educada, pero al molestarse les gritaba cuatro carajos y tres coños, para luego persignarse y pedir perdón al Santo Niño de Atoche, a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre y al Santo Cristo de la Grita. Había que hacerle una genuflexión y besarle la mano, con las manos cruzadas en el pecho. Los domingos había que madrugar para ir a la misa de la Catedral, se debía ir a pié como un kilómetro, ya que eso era una buena penitencia y fortalecía el cuerpo y el alma. A Lérida lo que no le gustaba permanecer mucho tiempo en la casa de su abuela, por ponerla a realizar los oficios del hogar: barrer, fregar, ayudar a elaborar las comidas, poner la mesa, ordeñar la vaca a las 6 de la mañana. Madrugar e ir muy temprano a misa los domingos, visitar a los parientes en los páramos. Era como su expiación por sus faltas cometidas, era muy friolenta y el frío se le metía hasta los tuétanos. Se abrigaba y se abrigaba, pero no se calentaba. Titiritaba…titiritaba. Por eso no era lo que más le incomodaba de sus familiares, debían rezar tres avemarías y un padre nuestro antes de cada comida, a las tres de loa tarde debía pedirle la bendición a todos sus familiares presentes, si algún muchacho la visitaba debían estar al menos una persona mayor en la sala, no debía cruzar la pierna, usar faldas cortas y permitir que la tocaran. No podía ir a fiestas. Cuando regresaban a su casa para ella era un alivio, en vez de disfrutar de las vacaciones era un tormento y cuanto cambiaba al regresar a la Capital, al fin todo había terminado. <> Esperó ansiosa el inicio de clases. La mayoría de sus compañeros lo habían sido casi por tres años seguidos. Notó un muchacho nuevo, alto, moreno, de nariz chata, corpulento, cabellos rizados, simpático y muy extrovertido. <> _ Joven respete, no ve que ya está en un aula de clases. ¿Qué expresiones son esas de un futuro bachiller de la República?_ le llamó la atención la profesora de Matemáticas, Carmen Martínez. _ Perdóneme Profe, no la vi entrar. Pero de todas maneras estoy a su orden y para todos mis compañeros_ Contestó el moreno asombrado ante la súbita entrada de la Profesora. Las risas de todos contagiaron el ambiente y la profesora les pidió silencio e inició su clase. Lérida contenía la risa y penetró con su mirada la profundidad de los ojos del morenazo, quien se sintió débil y bajó la vista. Las actividades diarias de Lérida acontecieron imperceptiblemente, es el fluir del agua por el cause de la quebrada y ante la altura descomunal de los bordes de las salientes de la montaña, cae con fuerza convirtiéndose en cascada, con un gran pozo profundo. Los trabajos en equipo fueron constituyendo una red de contactos verbales y físicos entre Pedro Flores y Lérida. El moreno empezó a soñar con la muchacha vivaz, llamativa, provocativa y anhelada por los compañeros del Liceo. A cada instante cuando conversaba con amigos y compañeros todos le comentaban lo sabrosa y buena se encontraba la carajita, seria un afortunado el correspondido por la chica. A Pedro se le metió entre ceja y ceja “levantársela”. Poco a poco, le brindaba empanadas, refrescos y acompañaba a la parada, a veces se iba con ella aunque no era su ruta y le pagaba el pasaje. Lérida le agradecía los favores con un <> Pedro flotaba en una nube cuando se despedían y lo besaba cerca de la boca y apretándole la mano. Un día Pedro se puso de acuerdo con dos compañeros para “cuidarle la zona”, servirle de cómplice mientras él metería la chica en el depósito ubicado debajo de la escalera que conducía a las plantas altas del liceo, se la ingenió para abrir la cerradura con un envase de plástico fuerte. Convenció a la chica a pasar un “ratico chévere sin ser molestados por nadie, ya que los panas los cuidarían” A ella le pareció excitante la aventura, y sintió endurecerse sus pezones, era la señal inicial de hembra codiciada. Esperaron un rato hasta cerciorarse encontrarse el pasillo completamente sólo. Ya él había abierto la puerta y al confirmar los movimientos afirmativos de cabeza de los dos cómplices, cada uno en el inicio del pasillo y en extremos opuestos. Al lugar le entraba luz por una ventana sobre la puerta, quedaba un espacio suficiente para la permanencia de dos personas. Los pupitres destartalados, una fotocopiadora vieja, un multígrafo roto y dos archivadores serían los testigos de una pasión desenfrenada. <> La abraza y la besa en los labios, en la nuca, en los senos. Ella le corresponde y le gime:_ Mi negrito tú también me tienes con la empalizá en el suelo_ Le baja la pantaleta y se quita el pantalón, bajándose el interior y la. Se frotan violentamente y la danza del amor produce un dúo de satisfacción. _ Apúrate y vístete rápido amor, no vaya a ser que nos encuentren y nos boten del liceo. Que rico lo hiciste mi hiciste mujer. Chao.Yo salgo primero y espérate no salgas sino después por lo menos 10 minutos_ Extasiada le dio las instrucciones precisas. El moreno había aguardado suficiente papel sanitario en uno de sus bolsillos, le ofreció un buen pedazo a su compañera y ambos se limpiaron. La chica se apuró en salir y empieza a subir las escaleras para disimular la falta cometida. Luego salió Pedro y se dirigió al patio, prometiéndole brindar una merienda a sus cómplices, quienes lo felicitaban dándole fuertes palmadas en la espalda, todos se reían a carcajadas. _Para papaíto la carajita no le va a dá ná_ dijeron los compañeros a coro. _ Cuidado con una vaina. Ustedes son mis panaquires y ella es mi novia. Ese ganao tá marcao _ Molesto les increpó la tan disimulada solicitud de los favores de la chica y les mostró su fuerte puño derecho. Lérida al día siguiente le pidió al moreno se comportara muy distante y no la tratara como novia, eran amigos y lo mejor para elle sería los vieran distantes. Cuando quisieran estar juntos tendrían ponerse de acuerdo, ya no sería dentro del Liceo por ser una locura. Un mediodía Pedro acompañó a Lérida a la parada, vieron la puerta abierta de un edificio y decidieron entrar al ascensor. Pedro marcó el último piso, salieron y Pedro la agarró por la mano y la llevó hacia la escalera. La empezó a besar y acariciarla. La penetró rápidamente y ambos tuvieron que limpiarse con un pañuelo, ofrecido por el moreno. Ella se puso nerviosa y bajaron completamente la escalera, salieron al pasillo y Pedro marcó el botón del ascensor. Afortunadamente ninguna persona apareció en el pasillo. Salieron a prisa del edificio, al poco tiempo ella se montó en la camioneta que la llevaría a su casa. En el trayecto se recordaba de la escena y se reía sola. Un fin de semana la mamá la mandó a comprar en el abastos de Joao, varios víveres faltantes en el hogar. El portugués al verla, su corazón se acelera y se puso pálido. Le expresó la alegría de contemplarla nuevamente y le hace una seña disimulada, uniendo sus dos índices. Ella le responde cuando tenga tiempo y en una fecha no determinada. El lusitano le pide el teléfono de su casa y ella se lo niega alegando sus padres son muy celosos y sobre todo su papá es muy agresivo, lo mejor es evitar y cuando se dé el momento bienvenido sea. Le despacha el pedido y en otra bolsa, le introduce tres gelatinas, un pote de leche condensada grande y un pote de leche de un kilo. Al llegar a la casa, la madre la interroga sobre la otra bolsa de productos y ella muy hábil le contesta <>. _ Mira Lérida Gamarra Andrade cuando tú ibas yo venía. Cuidado con una vaina con algún portugués del abastos. Tú eres una señorita y tienes que cuidarte, mantenerte pura para cuando te cases con un hombre de bien. Primeramente Dios y la Virgen. _ Ay mamá. Me da rabia que puedas pensar eso de mí. Yo soy una señorita de mi casa, siempre le hago caso a las enseñanzas de ustedes y a la abuelita Eufracia _ llora y sale corriendo para su cuarto y tira la puerta. Atrás corre la madre y le toca la puerta gritándole: _ Lérida hija ¿Qué malcriadeces son esas? Respeta a tu madre. No me vuelvas a tirar la puerta. Desde el cuarto ella le contesta llorando y gritándole: _ Mamá no puedo creer que desconfíes de mí y me ofendiste. No te perdonaré esto. Tú sabes que soy una buena estudiante, una señorita de mi casa y buena hija. Me ofendiste mami_ solloza para manipular a la madre, pero en el fondo exagera la escena y logra su cometido. _ Abre hija perdóname. Yo no voy a pensar mal de ti más nunca. Perdóname hija. Anda…anda mi querubín consentido. Lérida abre la puerta, se le lanza a los brazos de la madre y llora fuertemente, contagiando a la confundida progenitora quien para calmarla le dice: _ Mi muchachita inocente, mi pura señorita. Tú eres una mujer de tu casa. Yo te bendigo. Al rato se separan y la madre le promete prepararle una gelatina mezclada con melocotones. Le ordena ver televisión para distraerse y jamás le comente esto a nadie. Al lograr su objetivo, Lérida toma el control remoto del televisor y selecciona varios canales, hasta quedarse con un programa musical. Sonríe. Trata de concentrarse en los cantantes, contorsionando al ritmo de la música y le extraña no oír la música. En su interior oye dos voces. Una la confronta: <> Al mismo tiempo oye un voz chillona que la felicita y consuela: <> <> De repente se pone a bailar el ritmo que están tocando en el televisor, se sacude la cabeza varias veces buscando sacar de su mente la confrontación en su mundo interior. Enseguida se le acerca a su mamá y la felicita por estar contenta y haber olvidado el mal rato pasado. En el momento de la cena, ayuda a elaborar la comida, le sirve a su papá y hermano. Se despide de todos, pidiendo la bendición y argumentándole a su hermano Jesús Enrique casi no ha tenido tiempo de conversar esa noche, como lo hacían frecuentemente. Ambos se interrogaban sobre los acontecimientos diarios, si había alguien rondando el corazón. Ella no soltaba prenda. Él se jactaba de “sus levantes” y ella le decía tener deseo de conocer a sus cuñaditas para ver si tenía buen gusto. Se hacían cosquillas, se reían a carcajadas fuertes hasta que venían sus padres y los mandaban a acostar o “dejar el relincho” y se reían más fuerte contestándoles: “ ni que fuéramos unos caballos”. Estaba muy cansada y daba vueltas en la cama, el sueño se le alejo el cansancio pudo más y se durmió profundamente. De madrugada lanzó un grito que despertó a todos. Sus padres se le acercaron y la abrazaron <> La madre la sobaba y la consolaba. <> En eso se sobresaltó gritándole era mejor ir a visitar su familia por parte de su mamá en Barquisimeto, para variar y conocer eso por allá. El padre la calmó diciéndole así iba a ser, tendría que ahorrar su dinero y si él no podía ir, los mandaría a su mamá, a ella y a su hermano. Los mandó a acostar a todos por tener que trabajar muy temprano y ellos debían ir al liceo. El día amaneció radiante y aunque se le notaban unas ojeras Lérida, se aseó y maquilló para disimular el color negro arriba de sus pómulos aumentó la intensidad del colorete. Comió aprisa y así mismo salió de su casa. El autobusete venía cargado de exceso de pasajeros, apretujados, algunos jóvenes se trataban de apretujar a las chicas y algunas protestaban. Lérida tenía otra actitud y no se dejó rozar con ninguno, se volteaba y le recriminaba al osado su aproximación a su cuerpo. La voz positiva de la conciencia había hecho recapacitar, no quería tener pesadillas donde salían profesoras y señoras recatadas llamándola “puta…puta…puta” Claro no iba a contárselo a nadie …ni siquiera a su mejor amiga. Ella no era una puta ya lo mejor esta pesadilla la iba a ser cambiar.Tenía que enseriarse.

2 comentarios:

  1. Sigue muy interesante la Motolita. Lêrida esta media arrepentida de sus actos. Sigo intrigada.

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  2. Sigue muy interesante la Motolita. Lêrida esta media arrepentida de sus actos. Sigo intrigada.

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