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viernes, 16 de mayo de 2014

Capítulo VII" El anadariego feliz" de Alberto Isaías Guilarte

Petra se compenetró tanto con los niños, los atendía y les daba mucho amor, paulatinamente la llamaban mamá. Su instinto maternal se intensificó y pudo suplir la ausencia de la verdadera progenitora “perdida”. En este hogar se respiraba paz, amor, armonía y mucha fe. Las ganancias de la bodega les permitían atender todas sus necesidades. A los diez meses de estar conviviendo nació Sol, de color blanco, pelo negro y siempre fue de contextura fuerte. Un nuevo miembro de la familia, no le impedía a Petra atender a todos los niños, llevar a moler el maíz en el negocio de “Pacho”, a las 5 de la mañana, hacer las arepas “pelá” en el budare, llevar y recoger a los niños a la escuela cercana y realizar todos los oficios del hogar. A los dos años de haber nacido Sol, viene al mundo Hermenegildo, quien con el tiempo luego de aprobar su 6° grado, empezó a trabajar de ayudante de albañil en la Creole. Le siguió Leoncio, al año de haber nacido su segundo hermano. Desde pequeño se destacó por su inteligencia y por gustarle estudiar. Aprobó su primaria en una escuela del campo petrolero de la Creole, posteriormente estudió en un liceo de Barcelona, donde se graduó de bachiller con excelentes notas. Consiguió una beca con la gobernación de su Estado y se va a Caracas a estudiar Economía en la Universidad Central de Venezuela. Se ayudaba dando clases nocturnas de matemáticas y física en un liceo público. Helena, fue la cuarta hermana, estudió un curso de Secretariado Ejecutivo y trabajó en importantes empresas en su ciudad. Egleé también nació a los dos años de haber nacido su última hermana, sólo aprobó el 6° grado. Ayudaba en los oficios del hogar y al enamorarse a los 18 años, casó con Cipriano Díaz, conductor de un camión para hacer mudanzas. Egleé atendía una bodega en su casa. Se residenciaron en un barrio, lejos de donde vivían los padres de ella. En oriente dicen que la pasión y la comida afrodisíaca, en base a pescados, moluscos y mariscos, son los “responsables” de la prole numerosa. También se cuentan los “cachos” o relatos jocosos, como el de un margariteño, al ser entrevistado para un censo a la pregunta: ¿Por qué cree usted que su familia es numerosa? _”Adió cará”, a los perros, cuando esos bichos ladran de madrugá, mi mujé y yo nos despertamos, y al quitarnos el sueño ¿Qué vamos a hacé compai?...chacachaca pa' podé cansarnos y dormirnos otra vez. Tomás y Petra procrearon cuatro hijos más: Emilio, Juan, María y Demetrio. Emilio y Juan aprobaron el 6° grado y cuando pudieron trabajar, también lo hicieron como obreros en la Creole. María, estudió hasta el 3er.año de bachillerato y se graduó de secretaria, trabajó en una empresa pequeña. Demetrio fue un alumno regular y culminó su 6° grado, al cumplir los 18 años, se desempeñaba en calidad de ayudante de albañilería o pintando casas y apartamentos. Contribuía con poca cantidad de dinero para el mantenimiento del hogar de sus padres, se compraba su vestuario y calzados. Eventualmente llegaba ebrio a la casa y tranquilo se acostaba a dormir. La familia cuando celebraban los cumpleaños, bautizos o las fiestas de la navidad, se reunían en la casa donde se celebraba la fiesta o en la mayoría de los casos en la casa de sus padres. Allí acudían: Delia Zambrano, esposa de Hermenegildo, Flor Manrique, cónyuge de Leoncio, vivía en la capital y los visitaba en vacaciones. Gabriel Fernández, esposo de Sol. Pedro Barreto, amante de Helena y padre de dos varones: Luis y Mario. Cipriano Díaz, esposo de Eglée, Ascensión González de Cabeza, esposa de Emilio, Josefa Jiménez de Cabeza, esposa de Juan, hacía dulces caseros, tortas y comida para vender, de esta manera también contribuía a solventar los gastos del hogar. Y no podía faltar Remigio Pérez, marido de María, quien se desempeña como plomero a domicilio. Para la celebración de la fiesta o reunión social, cada uno llevaba su contribución con comidas, dulces, bebidas, refrescos o hielo de panelas, lo picaban y junto los refrescos lo introducían en pipotes metálicos para enfriarlos. Era “la vaca” como se decía en el lugar. Las fiestas eran muy alegres, bailaban entre todos y con los invitados, narraban chistes o cuentos graciosos y jugaban al dominó, al llegar la madrugada se retiraban a sus casas, decían “era un ambiente sano y respetuoso”.Las personas si no estaban invitadas no acudían a la reunión, aunque si llegaban acompañados de algún integrante de la familia participaban en el evento, como sucedía en la mayoría de los casos.

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