Buscar este blog

martes, 4 de enero de 2011

El delf'in "chorito"

El delfín “chorito”

Dr. Alberto Isaías Guilarte

Había una vez un delfín, azulito y blanco, que nació en una manada muy unida. Su papito fue un delfín muy aventurero e irresponsable por haber dejado sola a la mami delfina criando a Pipo. Así era como lo llamaban.
Mamá delfina consentía mucho a Pipo, lo mimaba y lo cuidaba en extremo, es decir lo sobreprotegía.
Se tenían noticias de papá delfín, cuando alguno de la manada le decía a mamá  delfina que había ido lejos a comer sardinas con otros compañeros y de vez en cuando regresaba a ver a su familia.
Pipo iba a la escuela y su maestra era la Señorita Pulpo, quien es muy exigente, le enseña todo lo relacionado con el reino acuático, la comunicación con chillidos, a ayudarse como manada y sobre todo a cuidarse de los seres que viven en tierra firme que se llaman hombres. Cuando vienen a pescar en grandes barcos, a veces no diferencian entre los grandes atunes y los delfines, matándolos por igual.
La otra maestra, la Señorita Delfinata les habla de la misión de un buen delfín: es siempre ayudar a los hombres cuando están en dificultades en la mar y son náufragos para acercarlos a la playa, salvándolos de la muerte.
Pipo como se sentía solo porque su papá no vivía con ellos y su mami debía pescarle las sardinas, abrirles las ostras y mejillones para que pudiera comer, asear la casa cueva submarina y protegerlo de tiburones y tintoreras asesinas.
Un día Pipo sabía donde guardaba las perlas blancas y negras, era en el cofre de la madreperla gigante y a pesar de que todos en la manada le decían: “se debe respetar siempre lo ajeno”, tomó 10 de las más grandes y al día siguiente fue a la cantina de la escuela a brindarles a los demás compañeritos.
¡Que importante se sentía Pipo!, todos los pececitos brindados lo alababan porque tenía dinero suficiente, pero antes ni lo tomaban en cuenta.
Pipo se acostumbró a tomar el dinero perla de la mami, hasta que un día su mamá encontró conchas de nacar, corales rojos y anaranjados y se dio cuenta él los había comprado en la tienda de Don Salmón.
_Pipo hijo yo te enseñé a ser honrado y a no tomar nada sin mi permiso y sobre todo a no tocar el dinero perla_ le reprochó molesta la mami.
Pipo tuvo tanta vergüenza, no le contestó nada y  chorros de lágrimas brotaron de sus ojitos, se escondió en lo último de la gran cueva submarina donde vivían, tras las algas verdes y en la noche, cuando ella dormía, decidió fugarse e irse bien lejos, donde nadie lo conociera y lo controlaran tanto.
Nadó y nadó por horas, alejándose millas de su territorio. Hasta que vio unos delfines extranjeros y se hizo amigo de tres pequeños, se llaman: Pepo, Tolo y Tape.
Ellos lo llevaron a su cueva y lo tenían como un familiar más. Al pasar un mes Pipo se ganó la confianza y el respeto de la manada, ayudaba a asear la cueva y asistía a la misma escuela de sus amigos. Les había dicho era huérfano, sus padres habían muerto en las fauces de los tiburones asesinos y él se había salvado porque se escondió entre las grandes algas multicolores.
Una tarde Pipo vio cuando la mami de Pepo abría el cofre de las perlas. Al estar solo, decidió tomar algunas. Haría lo mismo con sus compañeritos de la escuelita de la Señorita Lamparosa, les brindaría comida en la cantina.
Llevó a cinco compañeritos a la cantina, después de clases y les brindó sardinas, guacucos y chipichipis. Caritico, Pepo, Tolo, Tape y Anchoíta lo felicitaban porque era muy generoso y buen compañero.
En ese momento pasó por la cantina la maestra del 5° cardume, la Señorita Corocoro y le preguntó a Pipo de donde había sacado tantas perlas para brindarles a los pececitos.
Pipo todo confundido, atemorizado y lloroso trató de huir y un policía pulpo lo atrapó con sus tentáculos.
Lo llevaron a la consejera de la manada Doña Mantaraya, quien aplicaba la justicia en ese territorio.
_ A ver delfincito se nota que eres extranjero, te voy a hacer una pregunta, si me rehuyes la mirada es que eres culpable ¿Quién te dio las perlas que utilizaste para brindarles a tus compañeritos?_ le preguntó  la gran mantaraya viéndole a los ojos.
Ella atemorizaba a todos por ser inmensa, arrogante y su voz chillona fuerte retumbaba en las profundidades.
_Me la conseguí en una cueva_ respondió Pipo evadiendo la mirada.
_ Como se que estás mintiendo tendrás que vivir como castigo en la casa de las anguilas eléctricas, hasta que digas la verdad y te arrepientas_ lo condenó formalmente la gran mantaraya.
No era fácil vivir con las anguilas, que no lo dejaban salir y al tropezarse con ellas recibía una fuerte descarga eléctrica.
Cansado de tantos corrientazas y de estar sin poder salir Pipo, pidió que lo llevaran nuevamente a hablar con Doña Mantaraya y le dijo:_ yo le mentí y me arrepiento. Yo tomé las perlas del cofre de la mamá de Pepo. Yo estoy asustado y quiero volver a mi casa. A mi mami también yo les cogí sus perlas, para brindarles a mis compañeritos de escuela. Yo me siento solo, no tengo a mi papi conmigo. Prometo no volver a tomar nada ajeno, ya aprendí la lección. Yo quiero regresar con mi mami delfina, que vive a muchas millas de aquí. Yo me escapé de mi cueva_ contestó Pipo llorando desconsoladamente.
_ Está bien has sido valiente porque has dicho la verdad y te has arrepentido. Te voy a mandar a tu territorio con tu mamá delfina, pero antes tienes que hacer 500 planas con las siguientes frases: “Yo merezco que me amen” y “Yo valgo muchísimo”_ lo regañó la mantaraya.
Pipo llenó todo un cuaderno con las planas cuyas frases nunca se le olvidarán.
Con dos grandes Polipulpos fue escoltado y trasladado, nadando y nadando de día y noche hasta llegar a su bello territorio.
Al verlo llegar su mami delfina, llorosa lo abrazó y lo besó tantas veces que le impedía botar sus burbujas, cuando lloraba jadeando.
_ Perdóname mami te prometo que nunca volveré a tomar lo que no es mío. Yo valgo por lo que soy y no por lo que represento. No aceptaré más halagos falsos de mis compañeritos_ lloraba y expresaba su arrepentimiento el delfín “chorito”.
La noticia se corrió por todos los mares y al saberlo el padre de Pipo, decidió volver arrepentido, pidió perdón a su compañera delfina y al ser perdonado vivieron muy felices en la manada. Pipo con el tiempo llegó a ser el Gran Consejero de los siete mares.

No hay comentarios:

Publicar un comentario