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viernes, 21 de enero de 2011

El paisano que esperaba la funeraria

El paisano que esperaba a la funeraria
   Una colega que fue mi profesora en bachillerato me invitó junto con otras colegas a su apartamento para una merienda o un compartir como se dice hoy en día.
   Cado uno llevó o un regalo o una torta, bebida, etc.
   Nos había citado para las tres de la tarde. Llegué a Caracas a las 2 p. m. y para que pasara el tiempo me metí en un centro comercial cercano a la estación del metro.
   Pedí un café de máquina y en la zona de comidas la mayoría de las mesas estaban ocupadas, observé a  un señor, de aproximadamente 60 años que estaba sentado solo en una mesa y le pedí permiso para sentarme, el cual de buenas maneras me contestó que no había ningún problema en hacerlo.
   Le informé que le había solicitado el permiso a una joven de una mesa cercana y me dijo que los asientos estaban ocupados, aunque se veían libres, a lo mejor esperaba a otras personas o por desconfianza dijo que estaban ocupados.
   _No se preocupe amigo que yo estoy esperando a la funeraria_ me enfatizó el amigo.
   _ ¿Cómo es eso que usted está esperando a la funeraria? ¿Sucede alguna novedad en la familia?_le pregunté de esta manera para no mencionarle la palabra muerte.
   _ Ni Dios lo quiera “compaí” _ me respondió con un tono oriental.
   _ ¿Tu eres oriental? Yo soy margariteño.
   _“Vicendervalle” yo soy de Porlamar, el mundo es chiquitito, venirnos a encontrarnos aquí.
   _ Si las cosas parecidas se atraen, yo también soy de Porlamar._ le ratifiqué.
   _ Lo que pasa es que trabajo para la Gobernación de Miranda y a los educadores nos están vendiendo por allá dos parcelas funerarias y yo las compré, hice un contacto con una funeraria y estoy esperando a un vendedor de ellos para comprar el servicio para tener todo listo junto con las fosas. Yo conocí a unas personas que cremaron al familiar y el cofrecito lo tuvieron como tres años en su casa_ explicó detalladamente.
   _ Gracias paisano por su gentileza, que Dios y la Virgen del Valle lo protejan.
   _ Igualmente paisano.
   Tomé el metro y en el vagón donde están los asientos azules preferenciales para las personas de la tercera edad, discapacitados y embarazadas, también se montó una señora mayor, morena, simpática y muy conversadora. Todos los asientos azules estaban ocupados. El tren arrancó y frenó de repente.
   Yo le grité a la señora: _agárrese señora que se puede caer.
    Y ella me contestó: _ a mi no me tumba ni el ciclón de Irapa_ y se agarró fuerte de un asiento.
   _ Señora si en Irapa no llegan los ciclones_ le contesté.
   _ Señor así decía un viejo adeco en Guiria, yo soy de allá y a nosotros no nos van a echar a perder la democracia, que se baje de la mula el que te conté, el loco ese, está muy “equivocao” si va a imponer su comunismo, el pueblo no lo va a dejá.
   Me reí con ella, comprobando que a cada momento en cualquier parte, surge espontáneamente una repuesta a las ideas y políticas que nos quieren imponer en el País y me bajé en la estación a la que iba.

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